Uno de los aspectos de la parte de papeleo de un proyecto que más malos entendidos y confusiones genera es, sin duda, el presupuesto. Y es que, si a esta palabra no le añadimos un apelativo, es muy poco precisa. Tenemos por un lado, en fase de proyecto, el presupuesto de ejecución material y el presupuesto de contrata; después el presupuesto de contrata firmado con el constructor y además, en caso de firmar una hipoteca, el presupuesto de obra que determina el tasador.

Siguiendo los cauces adecuados que os fuimos comentando en los diferentes posts, relacionados con la construcción de una vivienda, el primer paso es buscar un arquitecto. Es muy habitual que el autopromotor vaya primero a una empresa constructora a preguntar en cuanto le podría salir su casa. Si es una  empresa seria, le dirá que primero debe tener un proyecto en base al cual dar un precio, y que, como mucho puede dar una orientación si barajan precios por m², aunque eso sería como decir que unos vaqueros cuestan unos 30€; los hay de 10, de 100 y si me apuras de 1.000.

El arquitecto, al hacer el proyecto, define todas las características de una vivienda, y realiza una medición de todos los materiales y mano de obra necesarios. Con la ayuda de las muchas bases de precios medios de la construcción existentes se calcula el denominado presupuesto de ejecución material, el PEM, y en base a este importe se calcula el coste de la licencia municipal (ver post).

En el proyecto también aparece el presupuesto de contrata, que resulta de sumarle al  PEM el beneficio industrial (±6%), los gastos generales de la empresa (±13%) y el IVA vigente en ese momento, dando como resultado un precio total aproximado a la construcción.

Ojo!!! el precio real será el pactado con el constructor ya que cada uno maneja sus propios precios y tiene sus propios márgenes. Por eso, en el periodo de tiempo que tenemos desde que solicitamos licencia hasta que la obtenemos es conveniente ir pidiendo presupuestos.

En domohomo hacemos un seguimiento de éstos, ya que a veces, las constructoras no valoran exactamente lo que fija el proyecto, y para poder comparar en igualdad de condiciones, deben valorar todos lo mismo. Más adelante ya se pactarán los posibles cambios de materiales para ajustar el precio final.