“… Hay un castillo en la Côte d’Azur que mide 3,66 x 3,66m.…Es extravagante en su comodidad y en su simplicidad”. Con estas palabras define Le Corbusier la pequeña construcción que proyectó en el sur de Francia. Es una pequeña cabaña de vacaciones construida en 1952 en Roquebrune-Cap-Martin, que representa la culminación de sus investigaciones sobre la vivienda mínima.
El Cabanon, aunque pequeño, se convirtió en un lugar muy importante para Le Corbusier, quien lo utilizó como su refugio de vacaciones, hasta su muerte en 1965. La cabaña es un ejemplo de la búsqueda de la simplicidad y la funcionalidad en la arquitectura, un principio central en la filosofía de Le Corbusier.
En nuestra particular Villa Cabanon, también nos hemos querido platear un reto similar. Se trata de un proyecto totalmente personal, planteado en la costa del Barbanza, en Galicia y con unas dimensiones algo mayores, 8,5 x 6,00 m. Nuestro propósito era explorar las posibilidades de un espacio mínimo, pero adaptándolo a una envolvente ya definida, concretamente, al de una casa tradicional gallega. Se daba la circunstancia de que dicha edificación había sido una vivienda en un pasado lejano, pero llegaba a nosotros completamente vacía.
Por lo tanto, se trataba de un ejercicio, estrictamente, de reforma interior, con un presupuesto muy austero. La intervención apuesta por la pureza formal y materiales desnudos. Se han potenciado las alturas interiores, incorporando altillos donde era posible, y se ha trabajado con la luz natural como principal herramienta para ensalzar las estancias.
Además, dicha vivienda juega un papel todavía más importante. En realidad, no deja de ser un espacio de transición hacia el patio posterior. Un espacio que se diseña como una prolongación más de la casa y que sirve para contener las tierras otra hora de cultivo. Todo ello se construye con piedras recuperadas de la propia finca, sin desperdiciar ningún tipo de material.